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Historia del carlino
El carlino, conocido también como pug, es una raza de perro que ha cautivado a los amantes de los animales desde hace siglos. Sus orígenes se remontan a la antigua China, alrededor del 700 a.C., donde eran considerados los favoritos de los emperadores. Con el tiempo, esta raza fue introducida en Europa en el siglo XIII, ganándose rápidamente un lugar en la corte de los reyes. En los Países Bajos, el carlino se convirtió en el símbolo de la Casa de Orange y acompañó al Príncipe William a Inglaterra cuando ascendió al trono. Su nombre, ‘Pug’, podría derivar de la palabra ‘pugg’, un término cariñoso del inglés antiguo, mientras que ‘carlino’ se estableció en Francia en el siglo XVIII, en honor a un actor italiano que popularizó la raza.
Características físicas del carlino
El carlino es un perro de tamaño pequeño, con una estructura compacta y robusta. Mide entre 30 y 36 cm a la cruz y su peso oscila entre 5 y 10 kg. Su cabeza es grande y redonda, con arrugas definidas y un hocico corto que le da un aspecto distintivo. Sus ojos son grandes, oscuros y brillantes, lo que le otorga una expresión dulce y encantadora. Las orejas son pequeñas y pueden estar plegadas hacia atrás o dobladas hacia adelante. El pelaje del carlino es corto, liso y suave, y puede presentarse en varios colores, como plata, negro, albaricoque o leonado claro. Sin embargo, es importante destacar que los carlinos pertenecen a las razas braquicéfalas, lo que significa que tienen un hocico muy chato, lo que puede predisponerlos a problemas respiratorios.
Temperamento y cuidados del carlino
Los carlinos son conocidos por su carácter alegre y vivaz. Son perros cariñosos y leales, que disfrutan de la compañía de sus dueños y son especialmente buenos con los niños. Sin embargo, su naturaleza cabezona puede hacer que sean un poco difíciles de adiestrar. Es fundamental proporcionarles una educación adecuada desde cachorros para evitar problemas de comportamiento en el futuro. Además, los carlinos son propensos a la obesidad, por lo que es crucial controlar su alimentación y evitar excesos en premios y golosinas. A pesar de su energía en la juventud, una vez alcanzan la madurez, tienden a ser más hogareños y disfrutan de largas siestas en el sofá. Con los cuidados adecuados, un carlino puede vivir hasta 16 años, brindando amor y compañía a sus dueños durante muchos años.